Después del Aborto

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  • August 30, 2018

Después del Aborto

Los hombres y mujeres que han experimentado el post-aborto tienen el mismo problema que yo: No hay nada que podamos hacer para alejar la justa ir de un Dios todopoderoso. La gente que está “muerta” en sus pecados no puede ayudarse a sí misma delante del tribunal de la Justicia Divina. Alguien más tiene que tomar esta carga por nosotros. Afortunadamente alguien lo ha hecho.

Una Sanidad Centrada en la Cruz para Almas Heridas

El punto de partida para la sanidad humana comienza con el Evangelio de Jesucristo: un Dios santo diseña un mundo bueno donde los humanos que Él creó para que lo adoraran y disfrutaran de comunión con Él por siempre se rebelan en contra de su creador. Aunque estos humanos rebeldes merecen la ira del Dios todopoderoso, Él frena su juicio justo y manda a Jesús a tomar el castigo que ellos merecen. Por diseño de Dios, Jesús –el que no cometió pecado—es asesinado en una cruz por la misma gente que el vino a salvar.la historia no termina ahí. Tres días después, Dios afirma el sacrificio de Cristo de cargar con nuestros pecados levantándolo de los muertos. Como resultado de este sacrificio en su favor, el pueblo de Dios –digno de muerte si fuera juzgado por sus propios méritos—se declara justificado por Dios el Padre, quien después los adopta como sus propios hijos.

Como todos los pecadores, los hombres y mujeres que han vivido el post-aborto necesitan este evangelio. Con él, ellos viven cada día seguros de que Dios los acepta por la justicia de Cristo y no su propia justicia. Ellos experimentan un gozo increíble sabiendo que sus pecados del presente, pasado y futuro no valen en su contra. Sí, el Evangelio son buenas noticias, pero no puede tomarse como barato. Como lo señala James R. White, “El amor de Dios brilla lleno de gloria sólo cuando es entendido en su contexto bíblico – en contra del telón de fondo de la Santidad de Dios y el odio del pecado.”

Las Malas Noticias… Todos somos Pecadores

El problema del hombre es este: el carácter santo y justo de Dios no puede ignorar el pecado. Él debe castigarlo. Aunque no nos gusta hablar de esto, tenemos un gran problema con Dios.

“Porque no hay justo, ni aun uno… Todos hemos pecado y estamos separados de la gloria de Dios” (Romanos 3:10,23).

Pero las malas noticias son aún peores de lo que primero imaginamos. Como lo señala John Piper, “el problema no es que todos hemos hecho actos pecaminosos, sino que todos somos pecaminosos… por naturaleza somos rebeldes, desobedientes, y endurecidos en contra de Dios.” Solos somos incapaces de arreglar las cosas. De hecho, Pablo nos dice como el resto de la humanidad, estamos muertos en nuestros pecados y somos objeto de la ira de Dios (Efesios 2:3). No buscamos de Dios ni queremos buscarlo. Estamos obteniendo exactamente lo que merecemos.

Pero espera… hay Buenas Noticias

Después de no dejar duda acerca de la verdadera condición del hombre, Pablo publica el remedio. La única esperanza para el pecador es “La justicia de Dios que viene por la fe” (Romanos 3:21) Dios nos acepta en la base de la justicia de Cristo, no en nuestra propia justicia. A pesar de que estábamos muertos en nuestras transgresiones y pecados y éramos objeto de Su ira, Dios hizo lo que no podíamos hacer por nosotros mismos: nos dio vida en Cristo (Efesios 2: 1-5). “Justo a tiempo, cuando todavía éramos impotentes, Cristo murió por los impíos.” Como resultado, somos salvos de la ira que justamente merecemos (Romanos 5:6,9) estas son hermosas noticias para el pecador arrepentido, pero no es el mensaje que la mayoría de gente quiere escuchar. La cultura secular considera pecado decirle a la gente “Estás en lo incorrecto, lo que crees es incorrecto. Vuélvete al único que puede salvarte.” Y todavía, no hay arreglo para nuestra culpa judicial hasta que, a través de un milagro por gracia, renunciemos a toda esperanza de justificarnos por nosotros mismos.

La humanidad tiene un terrible problema y los apóstoles no dejaron duda de la forma de arreglarlo: “La Salvación no se encuentra en nadie más que en Jesús (Hechos 4:12) todas las demás opciones, incluyendo cualquier intento de agradar a Dios por medio de buenas obras, nos deja muertos en nuestros pecados.

No Por Nuestras Propias Obras

Un talentoso amigo y colega, responsable de salvar incontables vidas de bebés que aún no habían nacido explicó su motivación por el activismo a favor de la vida de este modo (parafraseado) “Jesús dio una respuesta muy clara cuando el joven rico le hizo la pregunta: ¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna? Jesús le dijo que obedecer los mandamientos – No matar, amar al Señor tu Dios, amar al prójimo, cuidar a los indefensos, y todo lo demás. Después Jesús dijo en el Sermón del Monte que cualquiera que escucha estas palabras y las hace será salvo en el día de la destrucción. Estoy haciendo lo mejor que puedo para lograr ese grado.”

Bajo ese estándar, mi amigo no resiste una oportunidad. Sí, Jesús le señaló al joven rico los diez mandamientos, pero Él lo hizo para exponer la total incapacidad del joven para mantenerlos. La misma verdad encontramos en el Sermón del Monte (Mateo 5-7): nadie puede vivir de acuerdo a las exigencias que Cristo presenta aquí. ¿Soy puro de corazón? ¿Tengo hambre de justicia? ¿Muestro misericordia cuando debo? ¿Amo a mis enemigos? No hay forma: Para agradar a Dios en estos asuntos, mi justicia tiene que exceder la de los escribas y fariseos. Debo ser perfecto.

El problema es que no estoy ni siquiera cerca. Miren como Jesús lo pone (parafraseado):” ¿Piensan que ustedes están libres de haber cometido adulterio? Adivinen. Cada vez que ustedes miran a una mujer con lujuria cometen adulterio en su corazón. ¿Piensan que ustedes no matan? Cada vez que se enojan con su hermano matan en su corazón,” y así continúa. Esto se complementa con la enseñanza de Pablo en Romanos de que “no hay justo, ni aún uno”, y comienzas a darte cuenta de que desesperante es realmente nuestra situación. No hay nada que podamos hacer para alejar la ira de Dios. Las personas que están muertas en sus pecados no pueden ayudarse a sí mismos delante del tribunal de la justicia de Dios. Alguien más tiene que proveernos de la justicia que no tenemos.

Afortunadamente alguien lo hizo. La justicia que Dios exige es la justicia que solamente Él provee a través de Jesucristo. Pablo es claro: Es Dios quien justifica al impío (Romanos 4:5;8:30,33)y Él inicia y completa el proceso de salvación para su pueblo. La obra es totalmente Suya. Sobra preguntarse por qué Pablo escribe, “ ningún hombre puede jactarse – porque es por gracia que hemos sido salvos por medio de la fe (Efesios 2:8-9).

Aquí es donde mi amigo lo pone al revés: No hago buenas obras para ganarme el favor de Dios o mi camino al cielo. La verdad es que, soy el peor pecador que conozco y sólo merezco ira y juicio. Mis buenas obras nunca van a compensar las malas. Afortunadamente Jesús padeció el castigo por mis pecados para que yo no tuviera que hacerlo. Lo único que quita mi culpa judicial ante Dios es la justicia que Cristo aplicó a mi cuenta. Yo estoy parado sólo sobre Él. Con esto en mente, yo enfoco el servicio cristiano, no desde un sentido de culpa, sino de gratitud. Me va mucho mejor de lo que merezco gracias a la obra redentora de Cristo a mi favor.

Hablando bíblicamente, la justificación es una declaración legal de Dios el Padre donde mis pecados son perdonados y la justicia de Cristo se aplica a mi cuenta. Los pecadores justificados no se hacen justos con una infusión de santidad; son declarados justos por la obra de Cristo de cargar con su pecado. La justificación es acerca de mi estatus ante Dios: Ya no soy condenado porque Jesús pago por mí la pena de mi pecado y vivió la vida de perfecta obediencia que Dios exige. Dicho de otra forma, la justificación es un asunto de imputación. Mi culpa es imputada a Cristo; Su Justicia es imputada a mí.

¿Entonces quién puede traer un cargo en contra de lo que Dios ha elegido? La respuesta del apóstol Pablo es clara: Nadie. Es un don, completamente inmerecido, para que nadie se gloríe, después de todo, Dios no tiene la obligación de salvar a nadie.

Pero Usted no Tiene idea de lo Que he Hecho

Nosotros no podemos añadir a nuestra justificación. Su obra ha sido completada y terminada. La confusión acerca de esto nos lleva a depresión espiritual y, en algunos casos, a años de dolor emocional. Una vez una mujer me dijo, ¿“Y que acerca de las personas que cometen graves pecados morales como el aborto? Hasta incluso cuando se arrepienten una y otra vez, los sentimientos de culpa permanecen por mucho tiempo. ¿Cómo podré ser algún día justificada delante de Dios?

El ejemplo legendario del estiércol de Martin Lutero explicado por James R. White responde a la pregunta, no sólo para las mujeres que han abortado, sino para todos los cristianos. En el siglo 15 en Alemania, los granjeros, buscando formas de fertilizar sus tierras, juntaban el estiércol de los animales de la granja. El estiércol cubría los campos dejando un hedor para nada atractivo. Lutero supuestamente usaba este ejemplo para demostrar la diferencia entre la justificación y la santificación. De acuerdo a esta ilustración, nuestro estado de pecado es como el estiércol, feo y ofensivo, sin nada en sí mismo que exalte a nadie, mucho menos a Dios. La justificación es como la primera nevada de invierno que cubre todo, incluyendo el estiércol, en una sábana de blanco puro. El olor desaparece, el panorama repulsivo se va. El estiércol es intrínsecamente estiércol todavía, pero ahora está cubierto.

De la misma forma, en la justificación recibimos la justicia pura y sin mancha de Cristo, una sábana que cubre nuestro pecado a los ojos del Padre. Somos declarados justos sólo porque Jesús cargo con la pena del pecado por nosotros. Sin embargo, permanecemos como pecadores interiormente. Mientras tanto, la santificación (Que también es la obra de Dios) es un proceso en curso que nos cambia interiormente, haciéndonos más y más semejantes a la imagen de Cristo. Nuestra conducta y patrones de pensamiento mejoran. Los vicios son reemplazados por virtudes. Los hábitos pecaminosos so confrontados y cambiados. Pero el perfeccionamiento moral no es lo que nos hace justos delante de Dios. Lo que quita la culpa judicial es la declaración legal de Dios el Padre.

¡Qué noticas más increíbles! Ya no somos enemigos de Dios, sino sus propios hijos amados. Mi mensaje para esta abatida mujer que había abortado fue simple: “Cobre ánimo – No se desespere. Si estás en Jesús, el castigo por su pecado del pasado, del presente y del futuro fue destruido en la cruz. En resumen, ¡estás cubierta!”

Si esto no nos hace querer gritar de alegría, sin importar que tan malas hayan sido o sean nuestras dificultades, me temo que nada lo hará.

Permíteme un ejemplo final, compartido por Greg koukl:

“La historia es de un Rey quien habiendo descubierto a un ladrón en el tesoro real, decreta que el criminal sea azotado por su afrenta a la corona. Cuando los soldados arrastran al ladrón ante el rey quien está sentado en su silla de juicio. Ahí en cadenas está la figura frágil de la madre del rey, él ordena que la anciana se atada al poste de azotes en frente de él. Cuando la aseguran al poste, él se pone de pie, baja su cetro imperial, aparta su corona de piedras preciosas, se quita sus ropas reales y envuelve a la pequeña mujer con su propio cuerpo. Dejando su espalda descubierta al azote, él ordena que comience el castigo. Cada azote que estaba destinado para el criminal golpeo con fuerza la espalda desnuda del rey hasta el último latigazo.

De la misma manera, es esas horas oscuras, el Padre nos cubrió con Su Hijo, tomando la justicia que merecemos. Esto no es un accidente. Estaba planeado. El profeta Isaías lo había escrito 700 años antes: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino: mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” (Isaías 53:4-6)

Greg tiene razón: Sólo Jesús puede pagar, y lo hizo. Él completó la transacción. Él ha cancelado la deuda. Esta terminado. Sólo queda confiar en Su promesa.

¿Ahora Qué?

Si has pecado por participar en decisiones que conllevaran al aborto, la solución para tu culpa no es negarlo. Es el perdón. Como para todos los seres humanos que deseamos reconciliación con Dios, tu lugar es a los pies de la Cruz.

Aquí esta cómo comenzar

Primero, para de excusarte. Si eres una mujer quien concedió tener un aborto por elección, para de culpar a tu novio, a tu ex novio o a tu esposo. Si eres ese novio, ex novio, o esposo, para de culpar a la mujer que embarazaste. Da un paso adelante y admite que tomaste una vida humana y que lo hiciste sin justificación. Pero no pares ahí, porque tú problema es mucho peor de lo que imaginas. No sólo haces cosas malas (como participar decisiones que conlleven al aborto), la Biblia dice que eres malo por naturaleza. La disposición completa de tus pensamientos y actitudes están en rebelión abierta en contra de Dios, tu creador. Eres como yo y como todos los seres humanos: te sientes culpable porque lo eres.

Segundo, resiste a la tentación de resolver tu culpa con una buena conducta.la verdad es que las buenas obras nunca van a compensar las malas. No puedes arreglar lo que está incorrecto y debes rendirte a toda esperanza de mejorar tú mismo. Sólo hay una solución: necesitas un substituto que pueda pagar la deuda por tu pecado y vivir la vida de perfecta obediencia que Dios exige. Dichosamente, Jesús hizo ambas cosas para que pudieras ser completamente perdonado. Verdad, una vez que experimentes el perdón, querrás servir a Dios con buenas obras aunque falles en muchas formas. Sin embargo, tu motivación por hacer buenas obras será un corazón de agradecimiento por lo que Dios ha hecho, no un débil intento de impresionar a Dios con tus cosas buenas (lo cual, a la luz de tu propio pecado, no es del todo bueno).

Tercero, pon tu confianza completamente en el único que puede salvarte – Jesús, el que no pecó, quien pagó tu deuda en totalidad. La fe bíblica no es un salto ciego en la oscuridad. Es confianza basada en evidencia. Pídele a Dios que perdona tu rebelión y te de un nuevo corazón para servirle. Busca a otros cristianos que también han sido perdonados y fortalécete con ellos.

Finalmente, establece un firme fundamento para tu vida cristiana. Leyendo textos y meditando en textos de doctrina cristiana básica que te enseñarán buenos fundamentos sobre los cuales construirás tu fe.

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